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miércoles, 5 de junio de 2019

Ética Universal




La regla de oro 

Todas las grandes religiones ofrecen una norma suprema, una “regla de oro” como la que Jesús enseñó (Mateo 7,12; Lucas 6,31). Raquel le recuerda a Jesús las “reglas” que formularon Confucio, Buda y Mahoma. 

El primero en enunciar la regla de oro de la reciprocidad fue Confucio, quien vivió en China aproximadamente en 551-489 antes de Jesús. Dijo Confucio: No le impongas a otros lo que no elegirías tú mismo. Y también: Lo que no deseas para ti no lo hagas a los demás hombres (Diálogos, 15,23). La expansión de los caracteres chinos extendió a lo largo y ancho de la inmensa área asiática de influencia china la regla de oro confuciana.
 
También apareció esta regla de oro en la tradición india, mucho antes de Jesús. En el Hinduismo se afirma: No debemos comportarnos hacia otros en una forma que nos resulte desagradable. Ésta es la esencia de la moralidad. En el Jainismo, religión separada del Hinduismo seis siglos antes de Jesús, la regla de oro se expresa así: Un hombre debe tratar a todas las criaturas como le gustaría que lo trataran a él mismo. Cinco siglos antes de Jesús, Buda habló en la India y dijo: No le haré a otro lo que no deben hacerme a mí. Y el Budismo, siguiendo su tradición, lo expresó así: Un estado que no me resulta placentero o agradable a mí tampoco lo ha de ser para otro. ¿Cómo podría yo imponerle a otro un estado que no me resulta placentero o agradable? 

En el judaísmo, el Rabbi Hillel, que vivió unos 60 años antes de Jesús, escribió: No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti (Sabbat 31,a). Y también: No debes hacer a nadie lo que a ti te es doloroso. Cinco siglos después de Jesús, Mahoma, reiteró en esta fórmula la regla de oro: Desea a los demás lo que deseas para ti mismo. El Islam propone: Ninguno de ustedes es creyente hasta que dsee para su hermano lo que desea para sí mismo. 


Reglas de plata, de bronce… 

En un breve y sustancioso texto titulado “Las reglas del juego”, el astrofísico estadounidense Carl Sagan reflexiona, con agudeza y humor, sobre los códigos morales de la Humanidad. Después de repasarlos, acude a la Ciencia para analizar en qué se basan las actitudes altruistas y egoístas de los seres humanos, sus tendencias vengativas o cooperativas, qué riesgos y ventajas tienen unas y otras, para concluir con este interesante esquema: CUATRO REGLAS DE COMPORTAMIENTO

 La regla de oro: 
Todo cuanto quieras que te hagan los demás, hazlo tú a ellos. 

La regla de plata: 
No le hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan. 

La regla de bronce: 
Haz a los demás lo que ellos te hagan a ti. 

La regla de hierro: 
Haz a los demás lo que te plazca, antes que ellos te lo hagan a ti.

 La regla de tal para cual: 
Coopera primero con los demás y después hazle a ellos lo que ellos te hagan a ti.

 Confucio, Buda, los sabios hindúes, Jesús y Mahoma eligieron la regla de oro. 


La ética ancestral de los pueblos andinos 

En el Imperio Inca los “mandamientos” eran tres: Ama Suwa, Ama Llulla y Ama Khella (No seas ladrón, No seas flojo, No seas mentiroso). Hasta hoy pervive en este pueblo esta ética ancestral. Respetar lo ajeno, respetar la verdad y trabajar son las claves de estos pueblos para construir una ética de convivencia. 

La educadora chilena María Victoria Peralta relata: Cada pueblo tiene su cosmovisión: cómo ve el mundo, qué interpretación hace de la posición del ser humano frente al mundo, con qué valores vive. En los pueblos aymaras me decían: “La solidaridad no es para nosotros un valor”. Y me explicaban por qué: sienten que tiene una connotación algo paternalista. 

“Nosotros hablamos de reciprocidad. En nuestra sociedad el valor es la reciprocidad, todos nos ayudamos entre todos”. Interesante: no es que yo, en una situación mejor que la tuya, voy a ser solidario contigo. No: yo te aporto a ti y tú me aportas a mí, el trato es recíproco, la relación es más igualitaria. Me parece un concepto mucho más rico, una ética más rica. 


“Otros” diez mandamientos En su libro 

“El Espejismo de Dios”, el científico británico Richard Dawkins argumenta que creer en Dios no es necesario para que los seres humanos tengan un comportamiento moral y observa que el “zeitgeist” moral de la humanidad (el clima moral, el acervo de normas morales en un momento dado) cambia con el tiempo, es siempre cambiante. Para estos tiempos postmodernos, Dawkins recoge estos “nuevos diez mandamientos” que encontró en un sitio web ateo. El primero de los diez es “la regla de oro” de todas las grandes religiones de la antigüedad:
 
1- No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti. 
2- En todo, esfuérzate por no causar daño. 
3- Trata a los seres humanos, a los seres vivos y al mundo en general con amor, honestidad, fidelidad y respeto. 
4- No pases por alto la maldad ni te acobardes al administrar justicia, pero disponte siempre a perdonar el mal hecho si es libremente admitido y honestamente arrepentido. 
5- Vive con un sentido de alegría y admiración. 
6- Busca siempre aprender algo nuevo. 
7- Prueba todas las cosas, revisa siempre tus ideas frente a los hechos y prepárate para descartar incluso una creencia muy apreciada si no está conforme a tus principios. 
8- Nunca busques censurar o interrumpir una disensión. Respeta siempre el derecho de los demás a estar en desacuerdo contigo. 
9- Fórmate opiniones independientes en base a tu propia razón y experiencia y no permitas ser manejado a ciegas por otros. 
10- Cuestiónalo todo. 

De su cosecha, Dawkins añade a estos diez, otros mandamientos: 

Disfruta de tu propia vida sexual (en tanto no hagas daño a nadie) y deja a los demás que disfruten de la suya en privado, sean cuales sean sus inclinaciones, que, en ningún caso, son asunto tuyo. 

No discrimines ni oprimas a nadie en función de su sexo, raza o (hasta donde sea posible) especie. 

No adoctrines a tus hijos. Enséñales cómo pensar por sí mismos, cómo evaluar evidencias y cómo estar en desacuerdo contigo. 

Valora el futuro en una escala temporal más larga que la tuya propia.

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