Salvador de qué, de quiénes
La teóloga feminista Ivone Gebara reflexiona audazmente sobre la “salvación” de Jesús cuando afirma: Para la comunidad cristiana Jesús es el símbolo de sus sueños, el símbolo de lo que se aspira más intensamente para la humanidad, para la Tierra, y estas aspiraciones son modificadas por la comunidad de los seguidores de Jesús en los diferentes contextos y momentos de la historia humana. A partir de esto, se podría decir que Jesús no es el salvador de toda la Humanidad en el sentido tradicional y triunfalista que ha caracterizado a las iglesias cristianas. Él no es el poderoso Hijo de Dios que muere en la cruz y se transforma en el Rey que domina moralmente a las diferentes culturas. Él es apenas el símbolo de la frágil fraternidad y de la justicia que estamos buscando…
Él no viene a nosotros a través de una “voluntad superior” que lo envió. Viene de aquí, de esta tierra, de este cuerpo, de la evolución de antes y de hoy… Como persona individual, Jesús no es superior a ningún otro ser humano. Es de la misma tierra, de la misma realidad corpórea que nos constituye a todos. Pero, dadas sus cualidades morales, dada su sensibilidad y apertura, llegó a representar de cierta forma la perfección de nuestros sueños, la realización ideal de nuestros deseos. La diferencia no es metafísica ni ontológica, es ética y estética, porque se sitúa en la calidad humana de su ser, en la belleza de las actitudes que él fue capaz de dejar surgir de sí mismo y de los otros. Jesús no nos salva por ser el fundamento de un poder jerárquico, sino por serlo de un modelo de poder fraterno, sororal, que nos inspira a todos los que nos reconocemos pertenecientes a su tradición.
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