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domingo, 5 de mayo de 2019

¿Salvador o salvado?




Fragmento del libro Otros Dios es Posible.

Yehoshua

 “Jesús” es la forma griega del nombre hebreo que sonaba “Yeshua” y que primitivamente tuvo la forma “Yehoshua”. Significa “Dios salva”, también “Dios libera”. Fue uno de los nombres masculinos más populares entre los israelitas durante siglos. Lo llevó, entre otros, Josué, el líder que sustituyó a Moisés en la saga que cuenta la aventura de Israel por el desierto hasta llegar a la “tierra prometida”. 


Gutierre Tibon 

Gutierre Tibon fue profesor de la Universidad Nacional de México y autor del Diccionario Etimológico Comparado de Nombres Propios de Persona, excelente investigación sobre los significados originales de cada nombre. Por ese trabajo tan completo como interesante participa en el programa.


 Un cambio etimológico 

La mejor explicación del nombre de Jesús está en la misma Biblia, en el libro del profeta Isaías (12,2): Dios es mi salvación, Yavé me ha salvado. Sin embargo, los evangelistas, que predicaban a Jesús como Mesías, hicieron ya entonces el cambio etimológico: de “salvado” a “salvador”. En Mateo1,21, se lee: Se llamará Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 


La importancia del nombre

 Para Israel, como para todos los pueblos orientales y para la mayoría de las culturas de la antigüedad, el nombre no solamente distingue a una persona de otra, sino que indica su más profunda identidad. El nombre hace a la persona, indica quién es en el mundo. Imponer un nombre a un niño tenía un enorme significado. No era un mero trámite ni un simple gesto social. 

Este modo de entender los nombres explica la reverencia de los israelitas al pronunciar el nombre de Yahveh, el nombre de su Dios. Creían que, de alguna forma, con el nombre se hacía presente a quien lo llevaba. También se entendía que decir a otra persona el nombre propio era una señal de gran confianza. Por esto, no se daba a conocer el nombre al principio de una conversación, sino al final, cuando ya se había establecido un cierto conocimiento. Se creía también que quien conocía el nombre de otro tenía poder sobre él.


 No genealogía sino teología 

Por la genealogía, cada familia israelita indicaba de dónde venía, a cuál de las doce tribus pertenecía su linaje. Así demostraba por cuál rama estaba entroncada en el pueblo de Dios. La relación con la tribu de Judá fue la que dio origen al mayor número de árboles genealógicos. Y dentro de la tribu de Judá, la de la familia de David, ya que aquel rey había marcado la historia del pueblo. En general, los israelitas conocían de oídas quiénes eran sus antepasados varias generaciones hacia atrás. 

Al escribir el evangelio, tanto Mateo como Lucas elaboraron genealogías para demostrar que Jesús era de la familia del rey David. Así también “probaban” que era el Mesías. La genealogía se establecía siempre en relación a los antepasados del padre y no a los de la madre. Por eso, hicieron pertenecer a José, y no a María, a la familia de David. Con esto no construían una genealogía auténtica, biográfica, sino que elaboraban teología y catequesis para las comunidades a las que escribían. 


La leyenda del Santo Grial 

Tradicionalmente, se conoce como Santo Grial la copa que habría usado Jesús en su última cena antes de ser asesinado y con la que José de Arimatea habría recogido sangre de Jesús cuando estuvo clavado en la cruz. Resulta inverosímil pensar que alguien guardara esa copa y que se hubiera conservado durante siglos. Sin embargo, buscar ese “objeto sagrado” llenó de leyendas la Edad Media. 

La religiosidad de aquellos tiempos estaba obsesionada por la búsqueda y adoración de reliquias. La principal de estas leyendas, transmitida oralmente al inicio, y fijada después por escrito, es la de los míticos Caballeros del Rey Arturo buscando el Santo Grial en Albión, isla mitológica identificada con la Gran Bretaña, a donde, por ser un rico comerciante, habría llegado José de Arimatea llevando esa copa.


 Más leyendas, más símbolos 

Hubo otras leyendas en torno al Santo Grial por toda Europa. Con el tiempo, el Grial dejó de ser una copa específica para convertirse en un objeto espiritual que aseguraba la salud. Fue siendo asimilado a la piedra filosofal, a un objeto secreto de los caballeros templarios o a otros objetos misteriosos. Más recientemente, y para reforzar la idea del linaje real de Jesucristo el Santo Grial se hace equivalente a la Sangre Real o “Sangreal”. En una interpretación aún más simbólica se propone el grial, la copa, como una alegoría de la matriz femenina, tal como lo expresa la novela de Dan Brown, “El Código da Vinci”. 

La leyenda del Santo Grial ha sido fuente de inspiración de muchas obras de arte: la ópera “Parsifal” de Richard Wagner; la película “Excalibur” de John Boorman, la novela “El péndulo de Foucault” de Umberto Eco.

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