Una religión de alegría
A menudo se relaciona la religiosidad con la solemnidad y con la seriedad. La risa no tiene entrada en la casa del Dios de muchos cristianos. En la catequesis de hace años se decía que sabíamos que Jesús había llorado porque así consta en los evangelios: lloró al entrar en Jerusalén, al final de su vida, y ante la tumba de su amigo Lázaro en Betania. Y se decía que no había reído, porque en ningún relato de los evangelios aparecía así, riendo. Es una conclusión insostenible. Toda persona humana ríe. La risa, el humor, es señal de sabiduría. Y Jesús fue un ser humano sabio. Hay grupos evangélicos que consideran pecado los bailes, las fiestas, la bebida… Y Jesús fue a bodas, tomó vino, comió de todo, no participó de los puritanismos y ritualismos de los religiosos de su tiempo. Y comparó siempre el final de la historia con un gran banquete. Con la alegría de una gran fiesta.
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